Crisci Benedetta
Amanecer de una noche oscura
… “el riesgo cero es una fantasía, estar completamente vivo es ya un riesgo.” Anne Dufourmantelle
Hacía mucho tiempo que no me hacía los controles. Tuve una vida un poco dramática, de tumbo en tumbo. Ante la adversidad tuve siempre la fortaleza de levantarme, siempre adelante.
Así, los últimos 10 años fueron muy difíciles de llevar. Pasé tantas veces por las guardias médicas como nunca en la vida; a veces por crisis respiratorias, por disfonía, por taquicardia, por tendinitis, por contracturas, tomado ansiolíticos, haciendo terapia psicológica. Fueron años, tratando sólo las emergencias, lejos de los controles periódicos.
Mal. ¡Muy mal es verdad!
Si hubiera hecho mis chequeos, la historia sería otra. Ahora tengo que asumir las consecuencias y por eso quiero decirles sin tapujos:
¡La prevención es fundamental!
Quiero ser directa para que lo entiendas, ¡podés sentirte súper bien y sin embargo tener Cáncer.
Terminando el año 2017 puedo notar que mi mama había cambiado. Pido un turno médico y con mi hija vamos al especialista, quien al terminar el examen clínico, pide inmediatamente los estudios para determinar científicamente lo que él ya sospechaba.
¡De más está decirles el resultado!
Quedé perpleja, en algún punto no podía creer que me estuviera pasando algo así. Los problemas de salud en mi familia, venían por otro lado, hasta donde yo sabía, nunca habíamos tenido un diagnóstico como ese.
Al estado de perplejidad, le sobrevino la idea de la muerte. Por mucho tiempo tuve que dormir con la luz encendida, no soportaba la oscuridad que se me había instalado en el alma.
No sé si era mayor el miedo a la muerte o que la tristeza me matara. Tristeza por haberme creído sana y sin embargo estaba enferma. Tristeza porque el diagnóstico barría con los sueños que me albergaban en este tramo de mi vida.
Siempre pensé que sería longeva, como mis nonnas, me imaginaba compartiendo con mi hermosa familia, con los nietos, con amigos y amigas.
En esta etapa de la vida, mi imaginaba trabajando, estudiando, viajando, con muchas ganas de volver a enamorarme… Empezaba a sentirme bien, mi vida se estaba acomodando después del último hecatombe, pude recuperar mis finanzas, dejé de fumar hace más de cuatro años, intenté nuevos hábitos de alimentación, de educación física, y aunque con esto último, no obtuve los resultados que esperaba, igual seguía en carrera. Pensaba que tenía que cuidarme de cosas como la presión alta, la obesidad, los problemas de corazón, la diabetes, todos estos diagnósticos de raigambre familiar…
Y entre tanto, ¡zas!
Un nocaut fulminante.
Al recibir la diagnosis, sentí que morir era algo próximo, que no tendría la posibilidad enmendar semejante descuido con mi persona. Mezclado con el dolor y la tristeza se me hizo necesario poder dejar un mensaje de prevención, un mensaje indeleble, a mis hij@s, a mis allegad@s y a quienes quisieran escucharlo.
En aquellos días de chequeos urgentes rondaba como un ave en mi cabeza, la idea siempre postergada de aprender a cuidarme. Era algo que había entendid, sin embargo, siempre el prójimo había sido más importante que yo misma. Esos “otros” podían ser, desde mis seres más queridos, hasta cualquiera que pasara y necesitara algo.
¡Una locura!
No es que obtuviera algún rédito o crédito por hacer eso, ¡al contrario! Había sido educada así, ¡no me daba cuenta entonces! Era un modo de hacer que había aprendido desde la más tierna infancia done quedaba expuesta a situaciones poco ventajosas y de descuido hacia mi propia persona.
Mirándolo en perspectiva, pienso que necesitaba sentirme querida, valorada, tenida en cuenta. Era como tener un velo ante los ojos, que me impedía reconocerme como la persona más próxima. Nunca lo supe hasta que… hasta que en los días del Cáncer, tuve que convertirme en el prójimo más valioso si quería bajar el riesgo de morir.
Cáncer en la mama izquierda! Nada más paralizante.
-¿¡Será de Dios!? –Me decía entre pensamientos- ¡Ahora me ocupo del tumor que me da temor; que me tiene amenazada!
Tengo que buscarle un nuevo sentido a mi vida y aún no se lo puedo encontrar… a esta vida inmanejable, que se va haciendo a su antojo…. Indomable. La vida hace lo que quiere con nosotros, se presenta así impetuosa y rebelde, con cosas inesperadas.
Esos pensamientos me torturaban, no me conducían a nada bueno, hasta que pasando los días, desde lo más profundo de mi ser, surgió una voz que dijo:
-¡Estás obligada a tomar posición, no podés titubear! Si te vas a deprimir, ya tenés todo perdido, en cambio, si pudieras hacerte de una actitud más optimista, bueno… en ese caso tendrías una chance, una posibilidad de que te pase algo mejor.
En ese momento recordé una frase:
“Si nada es seguro, entonces todo es posible”. Creo que ahí, se me entibió el alma y de a poco, fue abriéndose un claro de luz, entre tanta oscuridad.
Con el correr de los días, decidí aceptar que el vivir conlleva en sí mismo un riesgo, como también, pude reconocer que si bien el cáncer, representaba una amenaza, yo todavía estaba viva.
Así, día tras día, nuevas ideas se fueron gestando, y aunque no siempre lo lograba, trataba de tener pensamientos resilientes y, poco a poco empecé a actuar en consecuencia.
Los chequeos parecían interminables. Cada vez que podía hablar con un@ de mis médic@s, trataba de encontrar en lo que decían una luz que me diera esperanza. Inmediatamente me contacté a mis amig@s, a mi grupo de oración, les pedí a mis antepasados, a Dios… A todos ellos les expresé mi deseo de vivir, y mi necesidad de encontrarle sentido a esto que me estaba pasando. Tod@s sin excepción, respodieron maravillosamente, cada cual como pudo, todo me sirvió. Paso a paso fui decretando que lo que me tocara vivir, lo viviría con la mayor alegría y dignidad posibles.
Mientras tanto la quimioterapia había comenzado y estaba transcurriendo tal como lo habían planeado por mis doctor@s. Las consecuencias adversas de esta primera etapa, fueron mínimas.
Cada paso en el tratamiento me trajo nuevos miedos, que a su vez fui aceptando y superando con la ayuda de todos los que me fueron acompañando.
Así, junto al equipo médico, se entramó, lo que llamo una constelación sanadora donde las palabras, los rezos y los libros entre otras cosas fueron el soporte de lo que me pesaba. El escribir acerca de mis sentimientos, también me permitió ponerle palabras a muchas sensaciones y emociones que sin nombre, me hacían sufrir. Ahora pienso que ese conjunto de cosas fue una alquimia para el alma.
Atravesando los miedos y tratando de ser más optimista, fue llegando el tiempo de la cirugía. Rezando y confiando en la calidad profesional del equipo que me atiende, pudimos dejar atrás la etapa quirúrgica sin contingencias adversas.
Luego, entre la cirugía y la radioterapia, comencé a sentir mucha ansiedad, angustia, y la oscura tristeza amenazando de cerca otra vez. Segura de que esta combinación no ayudaría a mi tratamiento, decidí pedir una entrevista con la psicóloga del equipo. Ella me atendió y así pude ligar otra vez con la esperanza de vida. Entre tantas cosas interesantes que surgieron de estas sesiones, comprendí lo valioso de acercarme a alguna institución donde pudiera encontrarme con otras personas que hayan padecido o padecieran cáncer. Así es que estoy dando los primeros pasos en un grupo que se destacó por la calidez y la cordialidad en la atención desde el primer momento.
En cuanto al tratamiento médico, en este período estoy haciendo la terapia de Rayos, hasta el momento estoy muy bien, con los síntomas de cansancio y sueño, típicos de este proceso.
Mi nonna, que tenía una sabiduría inconmensurable, me decía:
“vos hacés el camino, con cada paso que das”.
Pienso, que puestos a la tarea hay que transitar el camino día a día, confiando en que habrá alternativas siempre.
Mientras aceptaba que el cáncer había mordido mi vida, pude reconocer, que me había puesto un límite claro y firme. Ese límite impuesto, me permite pensar, sentir, decir y actuar de un modo diferente al que lo había hecho.
El cáncer me exhortó, me obligó a ocuparme de mí, me enseñó a establecer prioridades, estoy aprendiendo a cuidarme, y a dejar que me cuiden también. Todo junto y de una sola vez. En verdad, no sé si lo hubiera entendido de otra manera.
Estoy totalmente agradecida a los médicos, investigadores, a quienes se ocupan desde las distintas áreas de la ciencia a combatir esta enfermedad que hasta no hace tanto era sinónimo de muerte. Hoy sabemos que si está detectado a tiempo se cura en la mayoría de los casos. Las cosas han cambiado bastante, por eso hoy sabemos que la prevención es lo más importante, y nosotras tenemos la obligación de acompañar estos progresos científicos con lo que llamo “una nueva conciencia de cuidados personales”.
Nada ni nadie, puede ser más importante que hacernos los chequeos.
Uno de mis mayores anhelos hoy, es que mi vida se trate de lo que amo hacer. Aprendiendo a vivir desde acá, con los sueños, los deseos, con motivos para seguir construyendo. Es como aprender una vida nueva, de otra manera, con la que soy hoy.
Mientras tanto en mi interior alguien me reza:
-¡Van a poder con esto, hay una vida mejor para vos, después del Cáncer!
Esa es la promesa.