Tetera
Dedicado a toda mi hermosa tribu.
Me casé a los 23 con mi primer y único novio de la adolescencia. Nos conocíamos de chicos, éramos vecinos y a mis 17 ya estábamos de novios. Después de 5 años y medio nos casamos, al año nació Victoria y muy seguidas Eugenia y Marina. Estaba muy enamorada de mi marido y muy plena con la maternidad. Armé mi propio taller de Arte donde comencé a enseñar con pasión. Disfrutaba junto a mis alumnos, y con ayuda de mis padres, podía cuidar también a mis hijas. Pero mi matrimonio empezó a desbarrancarse y luego de 2 separaciones, la 3ra. fue definitiva. Mi marido se quejaba de las limitaciones que imponía tener hijas tan chiquitas. Peleábamos por todo y me reclamaba tiempo. Yo le pedía que me ayudara un poco con nuestras hijas que siendo tan seguidas me ocupaban gran parte del día. Nunca entendí su respuesta: “Yo no quiero que me ofrezcas el tiempo que te sobra de atender a las nenas” Creo que ninguno de los 2 supo cómo manejar los problemas de convivencia, creo que fuimos muy inmaduros. Quedé sola con mis chiquitas de 3, 5 y 7 años. Fue muy duro pero tuve mucho apoyo de mi familia. Recuerdo a mi papá diciéndome “Un tropezón no es caída”.
Al separarme me sentí devastada y con la autoestima más que baja. Seguía trabajando en mi taller de Arte y al poco tiempo empecé como profesora en primario y secundario de 2 colegios de Olivos con lo cual rápidamente me fui recuperando al sentirme útil y reconocida. Mis hijas fueron creciendo hermosas, cariñosas, excelentes alumnas y llenas de amor. Fueron y siguen siendo mi gran orgullo.
Después de varios años y 2 relaciones cortas que prefiero no recordar, llegué a conocer a Juan. Un buen hombre, nada fácil pero muy buena persona. Yo soy muy familiera, el muy solitario. Yo muy sociable, el un pensador introspectivo. El con los pies en la tierra, yo con alas. Opuestos pero complementarios. Estuvimos 3 años de novios y nos casamos.
Cuatro años más tarde, en una mamografía anual de control aparecieron unas micro calcificaciones agrupadas. Fuí a la consulta médica muy tranquila pensando que mi estudio estaba dentro de lo normal. Me sorprendió mucho cuando hablaron de biopsiar lo encontrado. Pregunté que significaba BRAD 5 en el último renglón del informe y el mastólogo me explicó que era un índice entre benigno y maligno. Como docente, estoy acostumbrada que todo se mida del 1 al 10. Pregunté si 5 era término medio en cuanto al pronóstico y el médico me contestó que en realidad era del 1 al 5. Creo qué en ese momento tomé conciencia y por primera vez tuve miedo. La espera del resultado de la biopsia, 15 días, se me hizo eterna y al ir a buscarla me acompañó mi hermana Susy. En la vereda la abrimos, las palabras saltaban dentro de la hoja, solo una estaba quieta en el centro: carcinoma. Lo que sentí en ese momento es difícil decir, pero todo tenía que ver con una muerte inminente. Sentía que se me caía el mundo, que ya nada tenía sentido. No iba a poder ver crecer a mi nieto. No sabía como decírselo a mi marido, a mis 3 hijas, a mi mamá… Era mi sentencia de muerte. Mi cabeza no podía asimilar nada, estaba más que aturdida. Fui al médico y me explicó cómo serían los pasos a seguir. Una mastectomía con vaciamiento axilar. Recuerdo que me hizo un dibujo para explicarme como seria la cirugía. Luego el oncólogo vería el tratamiento. Estaba muy deprimida, triste y enojada, tenía pánico ante la sola mención de la palabra cáncer. Pensaba que me moriría, que ya estaba sentenciada. Otro tema que me angustiaba era la cirugía. Soy profesora de Arte y artista plástica, toda mi vida ha sido una búsqueda de armonía y equilibrio. No podía soportar la idea de verme mutilada. No entendía como me había pasado, yo me hacía todos los años mis estudios. Equivocadamente creí que haciéndome los chequeos no me iba a suceder. Hasta ese momento no sabía que lo que había logrado era una detección temprana. Realicé 3 consultas médicas en 2 días. Llevé las mamografías de los últimos años pero los nuevos médicos solo miraban la biopsia y estaban muy de acuerdo con la mastectomía. Solo un médico quiso ver los estudios que yo acarreaba por todos lados. Las comparó y pidió revisar la biopsia. Ya tenía turno para mi cirugía porque las células cancerosas eran muy agresivas y de crecimiento rápido, pero aún no sabía que tipo de cirugía me harían. Nunca voy a olvidar a mi mastólogo cuando me llamó a casa la noche anterior a internarme para decirme que la biopsia tenía un error, no en el diagnóstico pero sí en la medida de lo hallado. Era de menos de 1 cm. con lo cual mi cirugía sería mucho menor como menor fue mi pánico.
El día de mi cirugía, bajaba en el ascensor con mi marido que me llevaba a la clínica y me dijo “Ni se te ocurra morirte, porque al día siguiente me caso de nuevo”. Su humor sin filtro me hizo reír e internamente sentí mas fuerzas para que todo saliera bien. Y todo salió bien, como fue planeado. Varios días con drenajes muy molestos pero soportables.
Mi papá había muerto tan solo 4 meses antes, de una larga y penosa enfermedad, como suelen decir para evitar declarar un cáncer. Los 2 años anteriores había transitado su cáncer de hígado entre cirugías y quimios. Yo lo había acompañado en cada una de ellas.
En un principio mi mastólogo me informó que recibiría radioterápia pero no quimio. Había sido tomado muy a tiempo y los ganglios estaban libres de metástasis. Me alegró y tranquilizó saber que solo necesitaba rayos. El fin de semana siguiente, mi marido y yo, decidimos ir a la playa para relajarnos un poco. Tenía un turno con mi Oncólogo en el Hospital el viernes por la mañana y de allí tomaríamos directo la ruta 2. Preparamos todo y pusimos los bolsos en el baúl del auto. Para mi sorpresa y la de Juan, el Oncólogo que había estado estudiando el caso en un ateneo, me dijo “Irene, quiero que recibas quimioterapia, si fueras mi mujer yo te doy quimio”. Contundente su afirmación. Cuando pude reaccionar, escuché que me dijo que se me caería el pelo, que me sentiría muy cansada y algo mal de la panza. Me animé a preguntarle cuando debía empezar y me contestó AHORA. Ese impacto no lo pude manejar, sentía que le estaba pasando a alguien mas, no a mí. Era una película, yo no estaba ahí. Me acompañó al Hospital de día y al ver el mismo sillón donde había visto tantas veces a mi papá recibiendo su quimio, no pude contenerme, y el llanto me desbordó los ojos. No podía parar de llorar. Juan, mi marido, me contuvo y al lograr recomponerme, me senté y recibí mi 1er. quimio.
Recuerdo que Juan se mantuvo bastante entero, llamó a mis hijas y hermanas para contarles. Un enfermero me acercó un folleto, me sentía tan shockeada que no podía leerlo. Pasó un momento y quise ir al baño. Una enfermera me mostró que podía ir llevando el soporte de metal donde colgaba la droga roja que me estaban aplicado. Ya en el baño me asusté muchísimo, pensé que tenía una hemorragia… Una enfermera me explicó que solo era por el color de la droga. Todo era nuevo, el miedo a lo desconocido, el temor a las reacciones de mi cuerpo. Volvimos a casa, Juan bajó los bolsos que habíamos preparado con tantas ganas. Yo me sentía muy aturdida.
Mis hijas Victoria, Eugenia y Marina, llenas de miedo pero con tanto cariño me ayudaron a sostenerme entera. Los 3 días posteriores fueron muy difíciles, nauseas, vómitos hicieron que me sintiera agotada. Mi marido me acompañó en todo, hasta me cambiaba gasas de la cicatriz.
Recordé el folleto que me había entregado el enfermero en el Hospital de día. Me pareció muy interesante la propuesta de esta ONG de pacientes. Cuando tuve fuerzas llamé y me invitaron a una entrevista. Me encontré con mujeres que habían pasado por cáncer de mama hacía ya varios años y estaban perfectas. Pensé si ellas pudieron, yo también voy a poder!!!! Decidí participar de los grupos de apoyo. Llegué con tanta angustia, miedo e incertidumbre que casi no podía hablar. De a poco pude compartir todos mis temores que por supuesto eran los mismos que tenían las demás compañeras del grupo. Recuerdo que después de participar en el grupo salí fortalecida, convencida que se podía tener una vida plena después del cáncer. Faltaban solo unos días para la Navidad del 2004, sabía que el pelo se me empezaría a caer a partir de los 15 días después de la primer quimio.
Mis hijas querían acompañarme para comprarme una peluca pero Juan me dijo que él me llevaba. Fuimos una mañana al centro, me dejó en la puerta del negocio y supuestamente fue a estacionar. Pasaba el tiempo, me empezaron atender, probé varios modelos, me cortaron un pequeño mechón de mi pelo para buscar el color. Juan me llamó al celular para decirme que me pasaba a buscar en 10 minutos. No entendía que había pasado. Yo necesitaba que me acompañara para ayudarme!!!! Estuve muy enojada. Le había dicho a mis hijas que él me acompañaba, pero pienso que Juan pensaba que el tema era solo trasportarme. Con el pasar de los días lo fui perdonando porque creo que yo no fui clara y él fue muy concreto. Ni se dio cuenta, ni siquiera entendió mi enojo.
La peluca me la entregaban en 15 días!!!! Tenía mucho miedo de necesitarla antes, ya el pelo había empezado a sentirse muy seco, me picaba el cuero cabelludo. Luego me contaron que esas eran señales de que la caída estaba próxima. El día anterior a buscar mi peluca no tuve más opción que la de raparme. La perdida de pelo era terrible, angustiante. En la almohada, por todo el piso y más aún en la ducha. Ya casi no quería tocarlo, menos peinarlo para que no se cayera. Bastaba que me sentara, para que un montón de pelo quedara rodeándome en cuestión de minutos. Juan, mi marido, me rapó. En el espejo del baño yo podía ver su expresión de tristeza. Fue muy duro y a la vez un momento muy íntimo entre mi marido y yo. Lo sentí como un acto de amor muy grande. Me puse un gorrito blanco y Juan me llevó a buscar la peluca. Me alegró que mi mamá quisiera acompañarme. Yo no quería hacerla sufrir en un momento tan difícil pero me hizo bien su compañía. Y.. salí del negocio con mi cabellera renovada. Caminando hasta el auto, en los espejos de los negocios trataba de reconocer esa nueva imagen que no me acostumbraba a ver.
Un día de mucho calor en enero me caían gotas por la frente. La peluca me provocaba muchísimo calor y mis hijas me pidieron que me la sacara para sentirme más fresca. Como estábamos con Tomás, hasta ese momento mi único nieto, yo no quería que se asustara al verme sin pelo. Mis hijas trajeron gorritos y sombreros para ponernos todos y así no ser yo, la única diferente. Nos re divertimos. Tomás, también con su sombrero, lo tomó como un juego de prendas. Son momentos que no voy a olvidar nunca.
Apoyé mi peluca con cuidado sobre mi cartera en un costado bien alejado. Al rato, Tomás pasó cerca, la tocó y con total tranquilidad dijo “el pelo de la abuela”. Con tanta naturalidad como si fuera normal que el pelo estuviera en mi cabeza o arriba de mi cartera. No podía creerlo, para mí que era todo un tema que no se asustara viéndome pelada, Tomás me dio una buena lección.
Todo fue un aprendizaje. Descubrí como la mente y las emociones dominan todo. Un día volviendo de una quimio, me sentía destruida. Tirada en un sillón con el control remoto, no tenía ni fuerzas para cambiar el canal de la televisión que intentaba ver. En ese momento mi marido me pasó el teléfono porque me llamaba mi yerno. Mi hija Victoria había entrado en trabajo de parto, Agustín estaba por llegar. Todavía no me explico cómo, pero me levanté busqué cartulinas, marcadores, tijera y pegamento y me puse a armar un cartelito para la puerta de la habitación de la maternidad. Era real que no me podía ni mover, me pesaba la cabeza, tenía el estómago muy revuelto, pero bastó un incentivo tan grande como la llegada de mi segundo nieto para que volvieran fuerzas a mi cuerpo. Mi hija Eugenia me llevó a conocerlo y fue una alegría enorme. Hacía tan poco que pensaba que no viviría para ver crecer a mis nietos….. Y ya tenía 2!!!!
Mi marido me llevó al Hospital para cada quimio y me atendía todos los días con cariño, pero también estaba muy enojado con el cáncer, y en su enojo a veces era muy duro conmigo porque yo era la personificación del cáncer.
Fue un tiempo muy duro en nuestras vidas. Yo reconozco que en esos momentos cuando mi marido me miraba yo pensaba, claro, me mira porque estoy horrible: pelada, ojerosa, aboyada. Pero cuando no me miraba yo me decía: no le importo!!! Hiciera lo que hiciera nada me venía bien. Fue muy duro transitar esos momentos difíciles no solo para mí que era la paciente sino para todo el entorno. Creo que es bueno buscar ayuda.
Tomé mi enfermedad con mucha seriedad para tratarme pero con todo el humor que pude para sobrellevar los efectos adversos. Siempre dije que ahorraba en shampú y acondicionador, pero que gastaba demasiada crema para la cara porque no sabía donde terminaba.
Durante las quimios cuando lograba tener energías y no me temblaba el pulso empecé a pintar. Sentí mucho placer al imaginar mis micro calcificaciones agrupadas de todos colores. Creo que las pensé asi, de algún modo para amigarme con ellas y vencerlas. La obra ganó el 1er. premio en el concurso Arte y Cáncer de Mama de un centro de diagnóstico. Me sentí muy orgullosa de ese reconocimiento tan inesperado.
Empecé con 2 meses de rayos todos los días, que comparado con las quimios era como ir a dar un paseo. Me hicieron primero una marcación, como un tatuaje, para fijar el lugar donde se aplicarían los rayos. 40 sesiones, todos los días menos los fines de semana. Duraban muy poco, dudo que llegaran a 1 minuto. Cuando me situaban en ese enorme aparato y debía permanecer inmóvil, tomé la costumbre de recitarme una poesía que me gustaba mucho de Alfonsina Storni. Siempre la misma, que llenaba de paz y luz mi alma. “Quisiera esta tarde divina de octubre…”
En la ONG había aprendido que lo más importante en esta etapa era el cuidado de la piel. Con mucha crema no tuve ningún problema y cuando sentía mucho calor sobre la piel las hojas de aloe vera fueron una maravilla. Luego empecé con una pastilla diaria, un inhibidor hormonal, por 5 años. Un poco de calores pero nada grave.
En mi ONG participé el primer año en un grupo de apoyo y en el segundo formé parte de uno terapéutico. Compartíamos momentos inolvidables. Fue toda una fiesta empezar a notar el pelo crecer y pura emoción cuando el viento empezaba a moverlo. Fue genial recuperar de a poco las energías perdidas.
Dejé la peluca cuando tenía apenas cubierta la cabeza, aunque mi pelo estaba demasiado corto, lo sentí como una liberación.
Y volví a los colegios después de una licencia de casi 1 año. Me alegró mucho poder regresar a dar clases y compartir las tardes con mis compañeros. Enseñar arte fue, desde muy chica, mi pasión. El crear un ambiente donde mis alumnos pudieran salir de los lugares comunes, donde un árbol pudiera ser violeta a lunares y un perro verde, fue mi meta.
En los grupos de apoyo de mi asociación festejamos todo lo que se podía. Nunca sentí que nos reuníamos para lamentarnos por lo que nos había pasado, sino mas bien para festejar cada logro y sobre todo celebrar la vida!!! Sentí una nueva oportunidad de vivir mejor. Barajar y dar de nuevo. Antes, muy seguido, yo me decía que al dar tantas horas de clases no tenía tiempo de pintar. Hasta que decidí hacerme de ese tiempo. Y lo logre. Comencé a pintar con regularidad y lo disfrute a pleno.
Recuerdo mi alegría cuando me propusieron ser vocal de la Comisión Directiva. Me sentí muy alagada y feliz de poder ayudar a las mujeres que llegaban. Comencé a dar charlas de concientización en muchos espacios para transmitir mi testimonio de lo vivido y la importancia de la detección temprana. Tratar de hacer comprender que es muy importante llevar una vida sana, no fumar, no tener obesidad, hacer ejercicio, comer sano, pero igual, todo esto no nos asegura no tener cáncer de mama. No se puede prevenir, solo lo podemos detectar tempranamente. De hecho yo no tenía ningún factor de riesgo.
Me fui recuperando y comencé a pintar con mucho entusiasmo, disfrutando del placer que me produce crear. Organicé 3 exposiciones individuales y participé de muchas muestras colectivas en muy lindos salones y galerías a las que me acompañaron familia y amigos. Fue muy gratificante sentir semejante apoyo.
En mi ONG pasé de vocal a secretaria de Comisión Directiva, dedicándole más tiempo y con mayores responsabilidades. Empecé a coordinar grupos de apoyo, los mismos en los que yo había participado poco tiempo antes. Me sentí muy bien pudiendo acompañar en los tratamientos a tantas y tantas mujeres. Sus dudas y temores fueron los míos. Las preguntas que me empezaron a hacer fueron mis preguntas. “Cuánto tardó el pelo en crecer?” “Cuándo pudiste volver a trabajar?” “Cómo se lo pudiste contar a tus hijos?” “Cómo lo toma tu marido?” Miles de dudas que tenemos todas al enfrentarnos con la enfermedad y con la palabra CÁNCER.
En el 2011 fui nombrada Embajadora del cáncer por la American Cancer Society. Fue muy emocionante participar junto con otras ONG para entrevistarnos con representantes de Argentina en la ONU y lograr que el tema cáncer fuera incluido en la agenda política. Fue una muy buena experiencia donde pude tener una real noción de la incidencia de las enfermedades no transmisibles en el mundo. Mi trabajo en mi ONG empezó a ser cada vez más intenso.
En 2012, fui nombrada Presidente de nuestra organización. Me sentí muy alagada y reconocida por este nombramiento. Sentí mucha más responsabilidad pero también más oportunidades de realizar acciones que contribuyeran al bienestar de más pacientes.
En el año 2014, me nombraron Mujer destacada del partido de Vte. Lopez por mi actividad artística y labor solidaria. Otro premio inesperado, una alegría. Me acompañaron a recibirlo mis hijas, yernos y nietos. Un momento hermoso y muy emotivo.
A mediados del 2014, en mi control anual, mi oncólogo me hizo las órdenes para el chequeo de siempre y muy contento me felicitó porque cumplía 10 años de mi diagnóstico de cáncer de mama. Ya está, tema superado, fueron sus palabras alentadoras. Redacté un lindo mensaje agradeciendo a la vida esta segunda oportunidad. El sentirme sobreviviente de cáncer de mama me había cambiado para siempre haciéndome celebrar cada día, disfrutar de cada momento. Mi idea era subir este sincero mensaje a las redes. Me alegra no haberlo hecho ya que ese 11 de septiembre me cambió nuevamente la vida. Fui al turno y cuando la médica quiso repetir la mamografía, luego hacer una magnificada y luego otra con otro ángulo, me dí cuenta que algo no andaba bien. Un momento después me presenté en otro consultorio para la eco mamaria. Luego del estudio, cuando la médica me dijo que esperara unos 15 minutos para poder llevárselo a mi oncólogo, ya no me quedaron dudas.
Mi médico, quien también atendió a mi papá con su cáncer de hígado, siempre me hizo sentir mucha confianza. Al atenderme y ver los estudios no tuvo dudas, un segundo cáncer de mama en el mismo exacto lugar que el primero. No sé quien estaba más sorprendido, mi oncólogo o yo. El, que me había felicitado por haber cumplido 10 años libre de enfermedad, ahora se encontraba con esta nueva situación. Me dijo: Irene, sabés que segunda lesión en la misma mama, lo aconsejable es una mastectomía y me indicó ir al cirujano.
Llegue a mi taller, tome una tela de 1mx 1m y empecé a tirarle pintura, muchos colores en forma circular. Fue un desahogarme de la angustia que sentía. En cuanto termine, vi como resultado una teta muy grande y en ese momento supe el nombre que le pondría: “Atrapada en la teta perdida” En el centro me dibuje acurrucada, hecha un ovillo.
Cuando mi mastólogo me atendió y vió los estudios, no tuvo dudas de la malignidad de la imagen. Pero me dijo que se veía tan chiquita que él se animaba a sacar solo la zona haciendo una cuadrantectomía en lugar de una mastectomía. Me comuniqué con mi cirujano plástico, gran amigo, y me convenció para que resolviera el tema más radicalmente. Creo que en la charla me dijo que debía hacerme una mastectomía no menos de 15 veces!! Y así fue, a la semana ya estaba operada. Me sacaron la mama y me pusieron un espansor. Fue tan rápido todo que no tuve mucho tiempo para asimilar lo que me estaba pasando. Cuando me sacaron las vendas en el consultorio de mi Cirujano Plástico recuerdo que me preguntó: querés mostrar a Juan ahora, otro día o nunca? Me gustó su pregunta porque me hizo sentir muy cuidada. Decidí que fuera en ese momento, pensé cuanto antes mejor. Después de la cirugía que me realizaron quedé sin pezón, con el volumen de la mama dado por el expansor y una cicatriz horizontal pasando por el medio. Mi marido me miró con tanto cariño diciéndome que estaba relinda que me emocionó.
La cirugía fue un lunes y el viernes teníamos organizado el desfile anual de mi ONG, yo desfilaba junto con otras compañeras. Me buscaron un vestido que fuera cómodo para poner ya que no podía levantar bien los brazos. El evento salió hermoso y muy emotivo. Fueron mi marido, mis hijas, mis nietos, mi hermana, mis amigas. Me sentí muy conmovida por todo el cariño recibido.
Nuevamente un tratamiento a seguir. En esta oportunidad serían 12 aplicaciones, una vez por semana durante 3 meses. Me contó que no serían tan fuertes como las del tratamiento de mi primer cáncer, que no se me caería el pelo ni tendría malestares. Pero todo no es como uno espera y siempre hay excepciones. El pelo se me empezó a caer nuevamente y fui a la peluquería para que me raparan. Fue un momento duro, hasta el peluquero estaba conmovido. Y al terminar salí con la peluca puesta. Cuando terminé los 3 meses de quimio me sentí muy feliz. Quería poner un punto final y empezar a recuperar mis fuerzas, mis agotadas energías y mi pelo!!! Y empecé a tomar el inhibidor hormonal esta vez por 10 años!!!
En este 2do. capítulo de mi enfermedad, a 10 años del primero y ya con 7 nietos, me encontré muy cuidada y mimada por ellos. Tomás, Agustín, Trini, Emma, Valen, Ivi y Cata Iluminan mi vida.
Mi cirujano plástico me fue llenando el espansor con solución fisiológica para ir estirando la piel de la mama para luego colocar una prótesis. A los 6 meses me operaron para reemplazar el espansor por la prótesis. Dos meses más tarde entre nuevamente al quirófano para reconstruir el pezón que perdí en la mastectomía y para simetrizar y emparejar las mamas. Siempre entre al quirófano muy tranquila pensando en positivo y con plena confianza en mis médicos. Tanto cuando fue para quitarme la enfermedad como cuando fui a reconstruir mi cuerpo. Meses más tarde, me hice microdermopigmentacion para reconstruir la areola.
Juan, mi marido, me acompañó mucho durante los duros tratamientos de mis 2 episodios de cáncer de mama, pero le costó más el primero. Estaba muy enojado con el cáncer. Creo que en este último episodio nos ayudó el mayor conocimiento e información que teníamos de la enfermedad. Mi marido me acompañó en todo, cada quimio, cada turno médico. Me atendía llevándome el desayuno a la cama, haciendo las compras o la comida.
Hace muy pocas semanas mis 2 nietos mayores Tomás y Agustín se quedaron a dormir en mi casa. Como preguntan todo y están bien informados, sabían que dormía sin mi peluca. Después de leer un cuento, cuando les dí el beso de buenas noches, Tomás me dijo: “Abue, si a la noche venís a ver si dormimos bien, por favor ponete la peluca”. Pobre angelito, tendría miedo de asustarse… La peluca les intrigaba mucho y un día Agustín me preguntó “abue, cómo hacen los piojos?”
Pasaron más de 5 meses y todavía seguía usando la peluca. Mi pelo, muy cortito apenas cubría toda mi cabeza. Estaba decidida a dejar la peluca, pero no sabía cómo. No quería que mis nietos se asustaran. Un domingo en casa de mi hermana, le pregunte a Victoria, mi hija mayor, que le parecía si les contaba a mis nietos. Le pareció perfecto y así lo hice. Mis nietos, algo preocupado me dijeron por que no esperaba un poco, que me creciera más. Mi hija, docente de carácter, les dijo a sus hijos: “La abuela no les está preguntando, les está comunicando que va a dejar de usar la peluca”. Los chicos se quedaron mudos pero con mucho humor les pregunte quien quería probársela primero. Fuimos al baño con Agustín y enseguida volvimos con nuestro nuevo look. Todos se probaron la peluca y se divirtieron bastante. Pero no dejaban de mirarme, de algún modo, desconociéndome. Les impacto el cambio pero ya en pocos minutos estaban llenándome de besos y abrazos como siempre.
Antes de que me diagnosticaran mi cáncer de mama, yo también ignoraba todo sobre esta enfermedad. De hecho, yo también pensaba que irremediablemente un cáncer era una sentencia de muerte. Ya hace tiempo que sé que en la mayoría de los casos un cáncer de mama es una oportunidad para empezar a disfrutar más de la vida. Si hemos postergado actividades placenteras por imponernos obligaciones, creo que es el momento de cambiar. Hacer realidad nuestros viajes pendientes, estudiar la carrera que siempre quisimos, disfrutar de nuestros hijos y nietos, reunirnos y divertirnos con nuestros amigos. Disfrutar de la vida, celebrarla es la mejor manera de honrarla. No quiero nunca dejar de soñar.
Las cicatrices que el cáncer dejó en mi cuerpo las tomo como trofeos de triunfos y victorias.
Aprendí a ser más feliz.