Kiki
Seis letras que uno no quisiera escuchar nunca como diagnóstico.
Seis letras que pueden transformar el día en noche, la alegría en tristeza profunda y la organización familiar en una turbulencia que no va a ser fácil que se detenga.
El abecedario de mi vida comenzó a desordenarse hace treinta años, con una cirugía, probablemente incompleta.
El cirujano priorizó en ese momento mi bienestar como mujer.
Estos caracteres que acompañaron mi vida a partir desde ahí, trabajaron, rabiaron, se estresaron y muchas veces disfrutaron.
Hasta que algo los llama, los incomoda y se desordenan.
Seguramente el “stress”, palabra de la que todos hablamos, algo que muchos sentimos, pero a la que no le damos importancia hasta que pega fuerte.
Y entonces mis seis letras comienzan a dar vuelta, desordenadas, hambrientas y deseosas de un lugar donde atacar.
Ahí comienza mi periplo por consultorios, tratando de encontrar respuesta a un síntoma sencillo pero difícil de descifrar.
Hasta que por fin llega la luz, la solución.
Una vez más una cirugía, y de ahí en más el tiempo de esperanza aguardando resultados.
Y en ese momento, las seis letras…….
Comienza el duelo más triste. Si es que a un duelo se le puede dar un valor.
Triste porque es en total soledad y a escondidas, con el propósito de no perjudicar a la familia, que ya tiene lo suyo.
Tiempo de silencio, de mirada al interior. Con un tiempo que tiene distintos valores según lo que se espera y transita.
Incomprensión.
La etapa del porqué?
Resignación
Y luego, aguardar confiada lo que viene.
Tratamientos, estudios……
Tratamientos, estudios……
Todo muy invasivo!
La imagen que me devuelve el espejo no la reconozco. Los cambios físicos y psíquicos son demasiados.
Es difícil aceptar esta realidad, pero se disimula. La tranquilidad familiar es lo más importante,
Y contestar siempre con un “Bien”, aunque esté doliendo el alma.
Tratar de encontrar actividades que distraigan es lo más importante. Dejar de pensar.
Y cuando la esperanza me inunda…, otra vez un estudio mostrando las letras..
Un volver a empezar.
El miedo instalado en el cuerpo, pero ahora más profundo.
Perturba, ocupa por completo el pensamiento, no me deja razonar en positivo.
Y otra cirugía. Ahora con más complicaciones.
Los tejidos han sentido el embate furiosos del bisturí demasiadas veces.
Y los años sumados hacen lo suyo.
El acompañamiento familiar y mi fe me permiten tomar decisiones.
Ya no hay duelo, hay un propósito firme de pensar en forma práctica.
Entender que la vida es finita, que todos estamos en una fila, que unos partirán antes que otros, pero que esa es la ley de la propia existencia.
Ya no se siente dolorosa la idea de una partida.
Después de todo no somos dueños de esta vida a la que nos aferramos.
Hay alguien Superior que decide cuándo y cómo.
Pero sí hay un deseo inmenso por disfrutar, compartir, y apreciar el día a día.
Y en este transitar por “La Viña del Señor”, dijera mi abuela, encontré de todo:
Personas indiferentes, totalmente insensibles, para los que representé sólo un papel con un valor, otra vez dos letras y un número que suma ocho.
Anotan, indican.
Lo que tienen enfrente no es un ser humano.
No prestan atención a nuevos síntomas.
Ellos son los dueños de la verdad.
La consulta es rápida, y que pase el siguiente.
Y” Médicos”, con todas las letras! Que abren sus brazos como alas, que contienen, que enseñan el camino, que tienen bien claro que la empatía con el enfermo es el modo de llegar a una posible solución.
La ayuda psicológica no fue para mí importante. Escuchar lo que ya sabía no me aportaba nada. Pero sí entendí a partir de ahí, que el cambio debía hacerlo desde mi interior. Aceptar la realidad, transformarla, darle un giro.
Mi mente era mi mayor enemiga. Ahora hemos estrechado lazos. Yo manejo la situación y ella me acompaña.
Tengo cariño familiar.
Una familia hermosa por quien sobreponerme .Esposo, hijos y nietos que aportan a mi vida tanta alegría que puedo olvidar todas las penas.
Y sobre todo voy a hablar de Lola, la más pequeña, un ser angelical que nos regaló la vida
Lola que requiere muchos cuidados desde que nació, pero ha traído tanta emoción y frescura a nuestra familia, que agradecemos día a día, a Dios, su presencia.
Y hablando de agradecer debo decir que siempre fui una persona agradecida.
Tengo internalizado el concepto del agradecimiento. Sé que el gracias trae cosas buenas y maravillosas de regreso.
Y sobre todo trabajé este concepto cuando nació Lola.
Estaba tan preocupada, que una de mis hijas me conecta con un grupo espiritual.
Recordé, y aprendí ahí nuevamente sobre los ángeles. Ellos siempre están, sólo debemos convocarlos.
Y a ellos agradecí la presencia de esta pequeña en nuestra familia.
Son aliados míos desde ese tiempo. Y sé que me van a acompañar siempre y van a hacer más alegres y llevaderos estos momentos que me tocan vivir
Aprendí a meditar.
Y es esa herramienta, que había dejado de lado, la que me permite en este momento serenar mi interior y actuar con cordura.
He nombrado en este relato la alegría y no quiero dejar de hacer una reflexión al respecto. Soy, y los que me acompañan, son alegres.
Creo firmemente que la alegría transforma todo. Pienso que ser alegre me da fortaleza. Y será por eso que decidí hace un tiempo no mostrar flaquezas.
Iluminar mi hogar con cosas buenas y atractivas. Atender y recibir al que viene con la mejor voluntad, y sobre todo con alegría.
Y aquí me encuentro de nuevo… esperando saber qué letras me tocan.
Tengo fe.
Tengo contención, y la firme decisión de no rendirme fácilmente.
Voy a dar batalla.
Y ahora, en este juego de letras que me propuse, porque “Nombrar es Atraer”, voy a pensar en forma optimista.
Quizás mis seis letras se detuvieron por fin!
Me han sacado seis implantes y yo quiero pensar que son ellas, y que por fin partieron.
Mi pensamiento positivo es que, “ Este invierno pasó”. Y que voy a caminar hacia la Luz.