Chelemina
Plaf, plaf, plaf!! Será que si aplaudo tres veces cierro los ojos y los abro nuevamente despertaré y no sabré el significado de esas palabras? Será que es todo un mal sueño y al despertar mañana volveré a mi vida de “ Barbie vieja bailarina” y podré planear mis sencillas vacaciones en el fondo de mi casa plácidamente?
Plaf, plaf, plaf! Puedo aplaudir quinientas veces y despierto y estoy en el mismo lugar y siento la misma desazón; doña angustia y doña incertidumbre me oprimen el pecho sin misericordia y siento que mi cabeza va a explotar. PUM!! No, no explotó, ojalá tuviera poderes y lograra hacerla reventar.
“Al llegar a la página postrera de la tragicomedia de mi vida, vuelvo la vista al punto de partida, con el dolor de quien ya nada espera”, versos que aprendí en algún momento y que ya ni recuerdo a quién pertenecen; pero que expresan claramente la vorágine de sentimientos que me atormentan.
“Con el dolor de quien ya nada espera” Si analizo ésta pequeña frase se me parte el corazón porque el no esperar nada realmente es el más terrible y devastador dolor.
Y los pensamientos no cesan ni se acallan ni un segundo ni siquiera cuando duermo, y el dolor no cede ni disminuye; a veces trasmuta pasa de doler el alma a que duelan los huesos. Dolor, mucho dolor, dolor que carcome, dolor que desbasta pero que no mata.
Y la exigencia de todo el mundo que no cesa y que te obligan a ser valiente, y que te dicen guerrera, pero ni sombras hay de la terrible amazona que ellos imaginan que una es, solo soy una pobre y sola mujer y realmente no puedo más.
Y leo que las mejores obras de arte fueron inspiradas en momento de mucho dolor y tal vez creí que ésta oportunidad de escribir me permitiría hacer mi “Gran obra”, obra que sería de inspiración para otros,; pero no puedo porque no puedo mentir, no logro ni siquiera engañarme a mí misma.
Confusión profunda que me hace solo desear morir y soy cobarde. Miedo atroz y temor profundo de terminar postrada y sola.
Sola porque mi único hijo no me habla, sola porque amé demasiado pero nunca me amaron. El cariño de papi, de hermanos, tías y amigas no logran conmoverme, no son suficiente y eso me hace sentir ingrata y miserable.
Tita, Cristina, Margarita I; amigas las acompañé lo mejor que pude durante su lucha con el CA, cuidándolas, haciéndolas reír, sosteniéndolas dentro de mis posibilidades y las vi partir de una forma terrible y dolorosa. Ninguna merecía algo así, no lo merecían. Y yo, lo merezco? Cuál es el fin de esta prueba? Hacerme fuerte, forjar mi carácter, purificar mi alma?
Cada vez que los cuestionamientos me invaden vienen a mí los versos de Amado Nervo “ porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni castigos injustos, ni pena inmerecida”; y entonces concluyo que todo eso me diste VIDA, porque me encuentro sin esperanza, castigada y con pena; porque además nada tengo en mis bártulos para afrontar todo eso. No tengo a mi mamucha que me arrope, no tengo el cariño de mi hijo, no tengo fuerzas, no tengo valor, no tengo ganas.
Todo lo que leí no me ayudó. Ni siquiera las historias de bellas personas valientes y ejemplares. Nada logró sacarme de mi letargo. Soy un ente que solo se levanta a trabajar y hace todo rutinariamente. Camino por los mismos lugares, hago las mismas actividades sin pasión. La angustia, la culpa, y la soledad me atormentan. Solo me abandonan los fantasmas cuando logro bailar.
Y en la calle todo el mundo me vé y dicen “te admiro, qué valiente qué ganas le ponés” y yo sólo deseo morir.
Hace dos semanas Ethel mi compañerita del ballet falleció de cáncer, Margarita II sigue en la lucha pero ni siquiera la operaron. Las tres transitamos casi todo en el mismo tiempo, ellas con la diferencia que querían vivir por sus hijitos.
Sin lugar a dudas esto que escribo no sirve para el concurso de “Oncología Esperanzadora”, pero de algún modo me está sirviendo a mí para hacer catarsis. Hay millones de bellas historias esperanzadoras, cuyas protagonistas son seres increíbles verdaderos héroes.
Siempre creí que era muy dotada, que había venido con muchos talentos; para la danza, para el deporte, para las letras. De niña fui altruista, hubo un tiempo inclusive que fui acérrima defensora de la justicia; pero definitivamente entre mis bártulos no había lo necesario para afrontar esto.
Sé que mi patronal no me la hizo fácil, me cuestionaron constantemente mis licencias; la obra social me hizo pasar las de Caín; debí soportar cosas muy duras pero nada de eso justifica mi gran cobardía.
Tengo trabajo, una sencilla casita de barrio, una cama con sábanas limpias y todavía puedo subirme a mi bici para ir a trabajar, cosas con las que muchos no cuentan.
Todo eso tengo, sin embargo ya no logro hilvanar ni siquiera un rezo, sólo ansío no despertar, y me pregunto ¿cómo lograré afrontar la mastectomía económica, física y espiritualmente? ¿Cómo?
Donde están todas las enseñanzas de mi madre, donde están mis creencias religiosas, donde está el amor, donde están los sueños, quién me los robó?
Tenías razón David, nada de lo que hiciera serviría si no tengo intenciones de vivir, “salvo que la VIDA te juegue una mala pasada y aun así sobrevivas” dijiste y aquí estoy sobreviviendo.
Y me sumerjo en versos tristes que describen muy bien mi pena porque mientras escribo esto ya se cortó cuatro veces la luz por tormenta, pero si hoy no lo hago y hoy no lo envío tal vez nunca lo haga. Intento enviarlo y no hay INTERNET, entonces sigo leyendo versos que alguna vez me gustaron y copié en mi cuadernito de versos preferidos.
Vienen a mí los versos de Pedro Miguel Obligado “Ésta pena mía”…Y continúo flagelándome y revolcándome en el dolor, en ésta pena mía y sólo mía y ya es imposible intentar escribir, ya no puedo más.-