El diagnóstico de cáncer no solo implica un duelo por la salud perdida, sino también un duelo por la vida anterior al diagnóstico. La persona diagnosticada enfrenta una transformación profunda en su cuerpo, en su rutina y en su perspectiva de futuro. Muchas veces, el cáncer obliga a replantearse metas, sueños y planes que antes parecían claros. Este proceso de duelo por la vida que ya no es, es una parte fundamental del proceso de adaptación.

Este duelo no se trata solo de lo que se pierde físicamente, sino también de la identidad que se ve alterada por la enfermedad. Las personas pueden sentirse diferentes, menos capaces o más vulnerables. El diagnóstico puede significar una interrupción de proyectos de vida, de relaciones que se modifican o de roles que ya no se pueden cumplir como antes. La tristeza y la frustración son emociones válidas, pero muchas veces se desestiman o se minimizan, ya que parece que el “único duelo válido” es el relacionado con la salud.

Aceptar este duelo es crucial para la recuperación emocional. No se trata de negar lo que ha sucedido ni de intentar volver a la normalidad anterior, sino de adaptarse a una nueva normalidad.

Este proceso puede incluir momentos de incertidumbre, miedo y ansiedad sobre el futuro. Reconocer que este duelo es parte del proceso de transformación y adaptación es esencial para poder sanar. Los pacientes deben permitirse vivir este duelo sin culpa, y buscar apoyo emocional para atravesarlo con el acompañamiento adecuado.