Libélula
Hace seis años y medio, en el verano del 2012, me descubrí dos bultos en la axila izquierda. Debido a esto, en marzo fui al médico y comenzó así un recorrido con distintos estudios que culminaron en una intervención quirúrgica. El 2 de agosto de ese año me extrajeron dos líneas de ganglios.
Una vez recuperada de la operación, me tuve que someter a treinta y tres sesiones de rayos y luego quimioterapia intravenosa. Fueron un total de 6 ciclos, uno cada veintiún días, y cada uno de ellos duraba aproximadamente tres horas y media.
Frente a esta situación tan delicada, me dieron licencia médica por un año en el trabajo, ya que tenía que tener cuidados muy especiales, no comer nada comprado, no ir a reuniones ni a lugares concurridos, ni estar en contacto con personas enfermas.
Por los efectos de la medicación, se me durmieron los pies y las manos, y a los diez días de la primera quimio, se me empezó a caer el cabello, momento muy traumático para mí, casi más que el cáncer. Lloré, pero como ya me lo habían advertido tuve que asumirlo. Fui a la peluquería y me rapé. Una de mis hijas, para hacerme el aguante, se cortó bien cortito el cabello, mi hijo se peló, mi esposo también se lo cortó. Fue difícil pero no imposible, con el apoyo incondicional de toda mi familia, excelente cuerpo médico, amigos, equipo de drenaje oncológico y quimioterapia, y mis compañeros de trabajo.
Como mencioné antes, uno de los efectos del tratamiento es que se cae todo lo que sea bulbo piloso, la piel se seca, las uñas se ponen débiles y se quiebran, pero, como a todo lo nuevo, lo enfrenté, siempre en positivo, de modo que usaba pañuelos, turbantes y siempre estaba maquillada, aunque no tuviera ni cejas ni pestañas.
Si bien sufría las reacciones adversas de la quimio a diario, sólo una vez me descompuse durante una sesión debido a que el protector gástrico, al momento de colocarlo, se salió un poco de la aguja y se derramó, impidiendo así que cumpla su función.
Cuando me diagnosticaron, mi esposo se puso muy nervioso, y yo le dije a él y a nuestros tres hijos: “Todos sigan su vida normal y continúen trabajando, yo voy a estar bien y voy a salir. Nadie debe preocuparse, yo no le tengo miedo a la muerte; me preocupa más la vejez que la muerte”. Todos al principio dudaban si era verdad lo que yo decía, pero con el correr del tiempo se dieron cuenta de que era verdad.
Luego de unos meses, terminado el tratamiento, comenzó a salir nuevamente el cabello. Cuando este vuelve a crecer, puede salir igual, o puede cambiar la textura y el color; en mi caso salió mejor ya que me aparecieron más rulos de los que tenía antes, el color se mantuvo y mejoró la textura.
Una vez recuperada, volví a trabajar hasta que en 2015 reapareció el bulto en el mismo lugar. Otra vez a realizar estudios, a operar, y ahí ya me extrajeron toda la línea de ganglios, que son la defensa del brazo. Al haber hecho esto, me quedó una sensación como si me caminara un bicho por el brazo, y un efecto como si me diera electricidad, aunque esto no lo siento todos los días.
Cuando a uno le sacan todas las líneas de ganglios, hay que tomar muchas precauciones, por ejemplo, no cortarse, no pincharse con algo y evitar picaduras de bichos, ya que al no tener defensas en esa zona, un corte demora mucho más en cicatrizar, una picadura puede terminar en una infección y todo se vuelve más complicado. Tampoco se puede levantar mucho peso con el brazo afectado porque esto puede generar un linfedema, que es la acumulación de líquidos, la cual debe tratarse realizando drenajes linfáticos oncológicos y utilizando mangas ortopédicas protectoras.
A pesar de los cuidados, me salió un linfedema en el brazo operado, lo cual requiere que no me exponga al calor, que no tome sol, y que vaya a sesiones de drenaje oncológico permanente dependiendo del estado del brazo. Esta condición no se cura.
Después de la recuperación de la segunda operación, otra vez quimio, nuevamente 6 ciclos cada veintiún días, y de vuelta caída de cabello. En ese momento me dio mucha bronca, pero otra vez con la ayuda de todos, en un mes logré dar vuelta estas emociones y me mantuve pensando en positivo.
Esta vez se me hizo difícil el tratamiento porque las venas de mi brazo sano se habían endurecido, de modo que me realizaron otra intervención quirúrgica para colocar un Port-a-Cath, que es un dispositivo para colocar la medicación sin que pase por las venas del brazo, y que va debajo de la piel conectado a una arteria. Este dispositivo debe limpiarse todos los meses para que se mantenga en óptimas condiciones.
Nuevamente tuve que hacer un régimen muy estricto: todo casero y nada de grasas, hacer ejercicios todos los días, pues no se debe engordar ya que el cáncer se alimenta de las grasas. Pero ya no podía hacer los mismos ejercicios que antes; yo solía hacer pesas, remo, caminata en cinta y bicicleta fija, y luego de las cirugías, sólo podía hacer cinta y bicicleta fija.
Terminado mi segundo tratamiento, vuelvo a trabajar, pero esta vez con horario reducido, porque esta enfermedad nos va quitando la energía.
Mientras transitaba mi segunda vez, leí en el diario que a una abogada que tenía dos nenas, le volvió por tercera vez. Yo me sorprendí porque le tocó una tercera vez, hasta que en 2017 me tocó a mí: otra vez en el verano, me descubro un bulto en el cuello, pero como mi esposo y yo nos íbamos de viaje en abril a Europa a conocer varios lugares, entre ellos el lugar en el que nació mi papá, yo no dije nada, ni siquiera a los médicos. No me iba a perder un viaje que planeamos durante tantos años.
Viajamos y lo pasamos genial, y al volver fui al médico.
Si bien ya era la tercera vez que me tocaba, esta vuelta no me afectó emocionalmente, y volví a pasar por los estudios y la quimio, solo que esta vez era por vía oral.
La quimio oral me trajo muchas complicaciones a nivel pies y manos: se me caía la piel, y a veces hasta se me lastimaba. A veces no podía caminar porque me molestaba bastante. Pero esta tiene una diferencia con la intravenosa, y es que no se cae el cabello, sólo se seca un poco al igual que la piel.
Junto con el cuello, salieron en los estudios otros ganglios afectados en el mediastino y en la axila derecha, y además un hemangioma en el hígado. Esto último es como una bolita llena de sangre, que no se opera y no molesta, y que está allí de por vida.
En noviembre de 2018 aún no había comenzado con los estudios de rutina y me descubro otro bultito en la axila derecha. Le informo al oncólogo y me mandan rápidamente a hacer una tomografía, y ahí estaba nuevamente. A esto le siguieron varios estudios más, y en diciembre comencé otra vez con otra quimio oral, que continúa hasta hoy sin problemas, salvo con un poco de sequedad en el cabello y la piel. En esta etapa me descompuse una sola vez por comer algo que no debía. Con esta quimio, también tengo que hacer régimen estricto, y no debo tomar alcohol, comer chocolates, ni nada que genere un doble trabajo para el hígado.
Hoy estoy transitando el tercer ciclo, de un total de cuatro. Son tres semanas de medicación, descanso una semana y vuelvo a comenzar.
Esta vez ni siquiera me afectó; uno aprende con estos golpes a sobrellevar las cosas que nos van pasando, aprendemos a ser tolerantes, a tener paciencia, a cambiar nuestra forma de ser en muchos aspectos, valorando la parte humana, y quedándonos con los momentos lindos que nos llenan el alma. Las cosas que nos pasan nos dejan una enseñanza si la queremos ver, si no, sólo pasamos por la vida y no aprendemos nada.
No obstante, tuve una complicación, pues tengo a mi esposo con depresión, de modo que me resulta difícil seguir, pero no importa, sostengo que yo me voy a curar, y que lo sacaré a él adelante como sea.
La medicación, entre otras cosas, nos quita apetito, tenemos que obligarnos a comer correctamente, a tomar mucha agua, de dos a tres litros por día. Si algo me dolía, yo seguía, así como vino se irá, no soy de andar tomando medicamentos extras, y siempre estoy pensando en superarlo y sacando energía de donde no hay.
Con las quimios también se pierden piezas dentales, yo ya perdí cuatro. Se pierden muchas cosas con esta enfermedad, pero lo que nunca hay que perder, es la fe; yo me voy a curar.
Yo pienso quizás al revés del resto, en vez de decir ¿por qué a mí? Digo, ¿Por qué no a mí?
Todo lo que nos pasa en la vida, es por algo, yo no reniego. Dios no nos envía más de lo que podemos soportar, por eso pienso que me curaré.
Hablé con mis hijos y les decía que, por más que se vea todo negro, siempre hay una salida, una puerta, una luz, como queramos llamarla, a veces nos cuesta encontrarla, pero siempre está.
Ahora estoy transitando el 2019, y quiero decirles que disfruten al máximo la vida, viajen en lo posible, no discutan, llénense el alma de cosas bellas, pues eso será lo que nos llevaremos de este mundo, sonrían, sean amables con quiénes los rodean, vivan en positivo; todo lo que nos proponemos lo podremos lograr, tengan proyectos, no vivan del pasado, no cuelguen los guantes. La mente es muy poderosa, si pensamos que nos enfermaremos, nos enfermamos, si pensamos que nos curaremos, nos curamos.
LO MEJOR ESTA POR VENIR…
“LA VIDA ES BELLA”