Midori

No era un día cualquiera aunque lo parecía. Ya era de noche, habíamos terminado de cenar y los chicos ya se preparaban para ir a dormir con mi marido. Sonó el timbre: era Jorge, mi viejo que se había ofrecido a acompañarme.

Me despedí de los chicos con una mentira piadosa que no puedo recordar en este momento. Siempre les he mentido con respecto a este tema aunque sospecho que saben más de lo que yo imagino. Alguna vez cuando sean más grandes, planeo contarles la verdad, aunque tal vez carezca de sentido a esa altura.

Mi papá me esperaba abajo.  Dos días atrás había cumplido 71 años y yo ya tenía 40. Me preguntó por los chicos, una pregunta casi protocolar después del hola. Mi papá no es un hombre de muchas palabras y puede estar un largo rato sin hablar. Acto seguido me tomó de la mano, hinchó el pecho o al menos así me pareció y  con determinación fue caminando hacia Cabildo para tomar un taxi. Su auto estaba en el taller si mal no recuerdo.

Pensé decirle que no daba que me llevara de la mano, que ya sabía cruzar la calle sola y algunas cosas más, que iba a parecer un pende viejo con una chica joven. Pero como una niña obediente no dije una palabra y dejé que él hiciera lo que sentía.

No había mucho tránsito, era tarde y mitad de semana. Después de unos 20 minutos llegamos a nuestro destino, un lugar que permanece abierto las 24 hs. Me registré, entregué mi credencial y también mis estudios anteriores, completé los formularios de rutina y me senté a esperar mientras pasaban el noticiero en un televisor de la sala. A pesar del esfuerzo, mi papá que desde chico sufre insomnio, empezó a cabecear y a contorsionarse cada vez más fuerte para evitar quedarse dormido en una de esas incómodas sillas.

Después de una larga espera, me llamaron. Sabía exactamente todo lo que iban a decirme. Cada vez que voy pienso; ojalá no supiera de qué se trata.

“Pasa al vestidor, sácate la ropa de la cintura para abajo y los zapatos, ponete la bata y sácate el reloj; ya te vengo a buscar”… Yo, como todas las veces anteriores, respondí que sí de manera automática, me encerré en el vestidor y me preparé mentalmente para responder las siguientes preguntas que sabía me iban a hacer antes de callarse de una maldita vez. Me vestí con la bata que no alcanza  a cubrir la sensación de desnudez y vulnerabilidad. Y besé mis medallitas de Santa Teresita, a la que le rezo todos los días, aunque debo admitir que a veces no con tanto ahínco como cuando me encuentro en situaciones como ésta.

Se acabó el preludio. El médico viene a buscarme y comienzan las preguntas. A pesar de haber completado el formulario, pareciera que aún les resta recabar ciertos datos.

_“¿Por qué te ordenan el estudio?” Pensé que el motivo estaba claro en la orden médica pero pensándolo bien, quizás ellos no la reciben porque es parte del trámite administrativo.

_“Control de liposarcoma” respondo. Prefiero el término exacto y científico porque es más neutro y me cuesta menos que decir “tumor maligno” y/o “cáncer”.

_“¿Dónde fue?”

_“Muslo posterior derecho” y acto seguido les muestro la herida, que siempre estará allí, hiperpigmentada por los rayos para que nunca me olvide que estuvo cerca.

_“¿Te operaron?”; “¿Rayos, quimio?”

_“Sí” Y aclaro que sólo por prevención porque el tumor (me sale la palabra porque no dije maligno) fue removido con márgenes de seguridad. Conocer todas estas palabras de la jerga médica me ayuda a transmitir la seguridad y confianza que ya a esta altura del cuestionario empiezan a flaquear.

Me salen las respuestas porque son las mismas de todas las veces anteriores y no tengo que pensarlas. Pero mi mente ya no está en el mismo lugar. Siento como si el espiral de preguntas me hubiese arrastrado hasta el momento del diagnóstico, de la incertidumbre, de los tratamientos, de la enfermedad. Cada vez que recuerdo lo que pasó no puedo evitar llorar, las heridas no cerraron aún y el dolor que sentí en ese momento y que está agazapado dentro mío salta y me devora. Por favor, no me pregunten más!!

-“¿Con la herida hacia arriba o hacia abajo?”. Ahora viene la discusión de la posición.

Les comento como fueron los últimos controles, me marcan el final de la herida con una cápsula de gelatina, me atan los pies y me ponen un peso encima para que los mismos no se muevan.

Me ponen los auriculares, me dan el pulsador y me explican que no me mueva, que son 20 minutos, después ingresarán al cuarto para aplicarme el contraste endovenoso y otros 20 minutos más.

Entro al resonador, gracias Dios!!! No más preguntas por hoy. Empieza el ruido ensordecedor que semeja disparos y yo comienzo con mis oraciones. Es lo único que me ayuda a no pensar, a serenarme, a olvidarme de donde estoy, a conectarme con el Cielo aún después de haber rozado el Infierno.

Termina la primer parte, me inyectan el contraste endovenoso y otra vez comienza el ruido insoportable y con él mis oraciones.

La enfermedad me enseñó a soportar el dolor con entereza y a ser paciente… Todo es esperar: esperar volver a caminar después de la operación, esperar terminar las 35 sesiones de rayos,  esperar terminar la quimio,  esperar que vuelva a crecer el pelo, esperar que pasen los controles, esperar los resultados, esperar que pasen cinco años sin recaídas..

Y los años pasaron hasta el día del control de hoy…

Me ayudaron a levantarme, volví al vestidor, me cambié y las lágrimas que contuve ante las preguntas saltaron y rodaron por mis mejillas sin que pudiera atraparlas. Lágrimas saladas pero dulces al mismo tiempo, de esas que vale la pena soltar después de un lustro de espera.

Mi papá se levantó rápido de la silla incómoda de la sala de espera como si no se hubiese dormido, me preguntó cómo me fue y emprendimos el viaje en taxi hasta mi casa.

Busqué las llaves en la cartera, el tintineo de las mismas y un par de caramelos que tropezaron con mis dedos me hicieron recordar las tardes de plaza con mis viejos y mis hermanos….

Allí estaba yo… Mi mano pequeña le había ganado la pulseada al calesitero que movía la pera de madera con destreza y rapidez. Una sonrisa se abrió paso desde adentro hasta mis ojos, la sortija era mía!!!!

GRACIAS infinitas por OTRA VUELTA en esta VIDA!!!!