Seni
Buena pregunta, que como tantas otras, me hago desde hace unos cuantos años. Ellas encierran tanto… Siempre afirmo que sí.
Abrir nuestros ojos, nuestros oídos, nuestro corazón y dejarnos bañar de ilusiones y sueños nuevos.
Mi vida tuvo un despertar muy fuerte (hace ya bastantes años); el diagnóstico: “Usted tiene un tumor maligno”, allí en ese preciso momento mis ojos se abrieron a la tristeza, al miedo, a las dudas, al enojo, a la falta de confianza en mí y en los demás, a la muerte…
Todavía no sabía, que a más de trece años de aquel primer golpe, volvería este huésped no deseado a alojarse en mi cuerpo. No obstante por aquellos días reaccioné y comencé a ver, tratando de salir de la melancolía, de las quejas y de todo aquello que me llevó finalmente al día en el que me enteré de mi cáncer de mama derecha, y recordando que “cualquier momento es el momento correcto” tratando de quererme más, valorándome, dejando de criticarme y juzgarme; y entendiendo que a la vez soy digna de AMOR, consuelo y muchos abrazos. Cosa muy difícil a veces de lograr en mi hogar, a pesar del gran cariño que nos tenemos. Así y todo, en los momentos serios y graves, siempre estamos y eso fue para mí, un buen impulso en mi proceso curativo y sanador.
Obstáculos y adversidades me acompañaron, pero mis esfuerzos siempre estuvieron destinados con toda mi energía a sanar. En ellos nos va la vida, les dije a mis compañeras de grupo. La autoestima, queridas debe estar bien alta, a pesar de la caída del cabello, de los efectos de la cirugía, quimioterapia y rayos. Aquí remito a una reflexión importante: Cuando hablo de grupo, me refiero a los de “ayuda mutua” y a los de “autoayuda” a los que me sumé en dos hospitales públicos de la ciudad capital de Córdoba, Argentina.
En ellos, estar con pares que padecen y sienten lo mismo que vos es muy bueno, más aún cuando estas en tratamientos (quimioterapias, rayos o esperando la cirugía). Es una ayuda física y emocional, ya que en tiempos de zozobra y aprendizaje entre nosotras, (las pacientes) nos realimentábamos contándonos nuestros dolores y angustias como así nuestros logros. El diagnóstico nos hermanaba al tener dificultades cotidianas y experiencias compartidas podíamos tranquilizarnos, todo nos dolía menos, logrando así una más pronta recuperación llena de bendiciones.
Sentíamos de unas a las otras respeto, reconocimiento mutuo, solidaridad y nos entusiasmaba ver lo que podíamos hacer con aquello que nos había llevado hasta allí, al cáncer propiamente dicho. Juntas y teniendo todas las expectativas de alcanzar una mejor calidad de vida, decidimos un día contactar con una profesora de teatro y de esas reuniones, con una licenciada en salud mental, nació una fantástica obra llamada “Las despechadas” pero no de la vida, sino de las tetas. Este nombre se lo debemos a una compañera (que nos sigue desde otro plano) quién bautizó así a nuestro grupo del hospital y cuando empezamos con la construcción colectiva de la obra usamos ese nombre para ello ésta nos llevó a difundir nuestras vivencias acompañando un mamógrafo móvil por diversos barrios y por el interior provincial. Fuimos a iglesias, escuelas, a la provincia de San Luis y hasta llegamos a Ushuaia. Nos vieron en los teatros de Córdoba y en la cárcel de mujeres. Estoy convencida que esta maravillosa experiencia contribuyó a curarnos más rápido a las que participábamos.
Hubo quienes quedaron en el camino pero siempre ayudamos a prevenir y detectar precozmente el cáncer de mama y a las que ya lo tenían a enfrentarlo con optimismo y con humor. Fue de gran ayuda para nosotras y para la sociedad.
Nunca olvidaremos esa primera representación, en un diciembre del 2004. Un día ensayando en los pasillos del Hospital mientras nos reíamos y tratábamos de dejar de lado por algunos instantes nuestros problemas, estando allí muy distraídas una señora que pegaba en una puerta una invitación para la inauguración de una biblioteca barrial, nos preguntó que hacíamos. Al contarle nos invitó para la apertura de la misma. No estábamos preparadas para ello, sin embargo, fuimos allá acompañadas por amigos y familiares. Fue en un garaje, de aspecto sencillo y amoroso que estaba esperándonos para salir a escena.
Hoy con el paso del tiempo revivo esa primera muestra y me emociono. Recuerdo que nos inundó un maravilloso aplauso y fue en ese preciso instante que el teatro se convirtió para mí y para el grupo en una importante actividad terapéutica, ya que aparte de soltar tensiones nos divertíamos construyendo nuestros personajes, convirtiéndose la obra en una bella misión mensajera de prevención y cuidado de nuestro cuerpo para todas aquellas mujeres que por una u otra razón la veían. En ella usábamos las diversas etapas por las que atraviesan todos los que se enferman gravemente: Ira, negación negociación aceptación y finalmente reconciliación con nosotros mismos y con los demás. Y así, mientras que transitábamos los distintos estados de ánimo buscábamos producir un giro en nuestras vidas, tratando siempre de suavizar los efectos de los tratamientos que nos producían angustias, mal humor y a veces discusiones. Si aprendes a sacar de vos, varias versiones de ti mismo verás que es muy sanador.
En ese camino que emprendí, allá por el año 2003, encontré en mí y en las personas que me ayudaron, que no hay nada más difícil que soltarse a la incertidumbre de no saber el final del mismo y que aun perdiéndote estás caminando. Y así es, que me he perdido una vez y otras mil y aquí estoy.
En el año 2015 un nuevo sacudón, por segunda vez me diagnostican que en la enorme cicatriz de mi pecho derecho estaba escondido y al acecho un nuevo tumor que nunca se detectó en los innumerables controles realizados todos esos años. Con el paso del tiempo mi percepción había cambiado, los miedos seguían pero tenía más calma, entonces comencé la tarea de averiguar el porqué y el para qué de esta segunda vez y de ahí vivo el día a día.
¿Qué quería decirme y porque salió en esa época cuando estaba dedicada al cuidado de mi madre abandonando todo lo demás? Dejando todo aquello que me gustaba hacer. Decidí esta vez no enfrentarlo sino ponerme a su lado y sin resentimiento navegar y dejar ir sin apegos, pero siempre atenta.
Era más grande que el anterior y esta vez me halló con los ojos abiertos confiando en que esa mirada me llevaría a otros parajes donde las piedras podían ser obstáculos pero yo era capaz de correrlas y salir de ese lugar y así sortear inconvenientes propios de la cirugía y de los tratamientos. Es así que hoy puedo ayudar a personas que sufren problemas similares, consolar, cobijar con abrazos y palabras esperanzadoras o simplemente estar presente y sonreír tomándole la mano.
A todos los que están atravesando algún tipo de cáncer, en cualquiera de sus etapas, con el corazón abierto les digo: NO RESISTAN. Traten de adaptarse a los cambios que les tocará vivir por más difíciles que éstos sean. Ya no somos los mismos de antes. Acéptenlo, aprendan de sus errores y continúen caminando.
Yo sé que soy otra, con mis defectos dudas y pesares. Ya nada volverá a ser igual, para mí ni para los que trabajen, estudien o estén cerca de mío. La primera persona que debe acostumbrarse a los límites que impone el tratamiento y sus posteriores consecuencias soy yo. Soy yo quien debe permitirse errar y a la vez aceptar con alegría todo lo bueno que sucede después de cambiar.
Hay algo que me cuesta y es APROBARME pero luego caigo en la cuenta de que valgo y mucho, entonces me repito a mí misma cada día: Amate más, para que puedas dar amor a los demás. Es duro el día a día, pero voy aprendiendo que merezco amor y doy amor, ayudando así a otros a sanar. Confiando primero en nosotros, en Dios (si son creyentes) y en el universo, atrayendo todo lo bueno que deseamos y si el principal deseo es el de curarnos, así es y así será.
El día que me operaron de mi primer tumor maligno (ya había pasado por una cirugía en el mismo pecho pero los tumores fueron benignos) apenas desperté de la anestesia le pregunte a mi esposo: “¿Es malo el tumor? Sí, me respondió pero esta encapsulado, no te preocupes.” Y yo me lo creí con tal fuerza que aunque no fue así, en mi mente estuvo encapsulado por años. Eso fue maravilloso, brindándome esperanzas.
Durante todos estos años hasta que volvió, no dejé de repetirme que si me concentraba en lo que podía hacer día a día, buscando salir de las contrariedades y cambiando la actitud tendría logros que me harían sonreír y a veces hasta reír de lo que puedo hacer y ser en mi hoy. Eso jamás lo hubiera creído. Sin tener expectativas fantásticas sino más pequeñas pero reales (no tengo una casa en el campo pero puedo ir a pasear; no poseo una salud perfecta pero estoy viva) voy, vengo, respiro y sin pensar en lo que no tengo, solo disfrutando con quien está a mi lado. Esas personas, que me ayudan a apartar mis miedos y a tomar decisiones me llevaron seguramente a “renunciar” a la necesidad de estar enferma, de enojarme y de este modo a no ser feliz.
Decidí de una vez averiguar el por qué. ¿Porque viene? ¿Qué quiere decirme el cáncer que yo no sepa? Hoy sé que fui la creadora de esta segunda situación y que solo yo puedo transformarla. Al mismo tiempo reflexiono y tomo conciencia de lo que hice para llegar allí, sabiendo que Dios y el Universo me brindan esta segunda oportunidad. Escucho a mi niña interior, a sus miedos, su dolor dejando salir el pasado que me agobia y perdono y me perdono. Soy coherente y quiero pasar bien mis días venideros, mis horas con proyectos propios, llenándolos de luz, energía, esperanzas y salud. Sé que me lo merezco. Encontré claramente la respuesta de porqué en momentos de cuidar a mi madre a tiempo completo (soy hija única) se dio este sacudón y el golpe fue durísimo, porque fue simultáneo a mi cansancio emocional y físico. Estaba agotada, sin proyectos, había dejado teatro y las clases de escritura. Estar allí a su lado, con sus demandas, desarmaba todo deseo que apareciera en mi vida. Me debilitó, bajando mis defensas y no tenía fuerzas para cuidarme y cuidarla. Estaba enojada y triste. El recomenzar todo de nuevo fue el incentivo necesario para salir de la melancolía y secando mis lágrimas más de una vez, abofeteando los miedos que me rodeaban y pidiendo constancia y paciencia para lograr todo aquello que no cambié; llegué a entender que la perseverancia en los cambios fue fundamental tanto para mi curación física, como para mi sanación emocional.
Cada célula mía responde a mis pensamientos, por eso si ellos son positivos podré cambiar y sacar resentimientos, culpas y críticas hacia mi persona, hacia mi pasado y mis ancestros y simultáneamente correrme de ese caos interno producido por el diagnóstico y buscar volver a mi eje, a mi orden sanador.
Al perdonarme y perdonar a los demás encuentro una puerta abierta hacia la libertad, dejando de lado excusas y tomando el poder me dedico a repetir “Nadie sin mi permiso puede meterse en este espacio mío”. Utilizo la ternura y así con pequeños gestos olvido ofensas y hago que los otros se sientan bien a mi lado.
Basta ya de criticarme. ¡Arriba el ánimo! Con abrazos y sonrisas cotidianas contribuirás a empezar nuevamente este camino que si bien no está lleno de flores, hay que transitarlo y no es imposible, solamente algo complicado. Un nuevo desafío me espera y me invita aceptar lo que soy, lo que tengo y lo que puedo hacer para estar mejor, mejor y mejor.
No niego que a veces sientes indiferencia por sanar y entonces piensas que no vale la pena seguir; te paralizan los miedos, te preocupas y el pecho te oprime, estas angustiado. No te enojes con tu cuerpo di para ti: ¡Tengo salud! Y respira hondo y profundo. Antes de esto: No te quedes quieto, pide ayuda, siempre hay una salida. Los miedos se vencen con acción, actúa y ten presente que en esas situaciones el dialogar con amor es maravilloso y nunca falla si hay amor.
Cuando de verdad me puse ayudar a los demás y a cooperar con aquello que no se podía evitar, con serenidad, calma y buenas ondas se produjeron hechos fantásticos, con excelentes resultados para los otros y para mí. Supe que hay cambios que son necesarios y a veces nos desagradan pero no interesa, cambia una y otra vez y todas las que necesites. De este modo veras como los tratamientos, estudios médicos y dificultades serán más fáciles de ganar; llegando más rápidamente tu recuperación y curación saliendo airosa, con valentía y esperanzas de salir adelante.
El humor fue imprescindible y así cuando estaba pelada por las quimioterapias me prepare un hermoso sombrero que arme con un pañuelo de gasa, flores y caracoles. Y salía con él, a veces de noche me ponía una peluca con flequillo donde apoyaba anteojos oscuros, si se movía o se torcía la acomodaba delante de todos y algunos se reían incluida yo.
Cuando me creció el cabello y yo estaba de nuevo en mi trabajo (docente secundaria) me preguntaban por mis hermosos rulos yo que siempre había tenido pelo lacio les respondía: ¡Hacete unas quimioterapias y el pelo sale hermoso, fuerte y con rulos! No dramatizar favorece. Tus células agradecen que te rías, que descanses, que no te encierres en tu casa ni en ti misma; que confíes cada vez más en tus decisiones, que respires serenamente (así también tus células se relajan) y a causa de ello comienzas a dar un paso hoy con toda tranquilidad y otro mañana, uno por día. Concéntrate “Lo haces porque te hace bien”. Y aprendiste de una vez que aquello que te paso te llevó a encontrar soluciones con optimismo y renovadas luces de esperanzas; con abrazos salvadores que redimen, acompañan, apapachan y llevan a relaciones cálidas, liberadoras y que encuentran en el pecho ajeno la calma que se necesita.
Antes de finalizar recuerdo mí pregunta inicial. ¿Vale la pena curarse? Y por supuesto digo que “sí”. Pero va más allá de la curación. Hay que sanar, lo que implica aceptar, con paz interior lo que te sucede, independientemente de que el cuerpo pueda o no lograrlo y de todo aquello que pueda suceder. Vale la pena que cures si puedes, pero sobre todo debes SANAR y allí van las palabras que decía mi personaje en las despechadas cuando terminaba la obra teatral.
“Nosotras las despechadas pero no de la vida, sino de las tetas les pedimos permiso para abrir sus corazones y decirles que, desde nuestro lugar de pacientes con cáncer de mama hemos aprendido a descubrir que la felicidad no está en la otra orilla sino en nosotras mismas y que nosotras no podemos decidir ni cómo ni cuándo morirnos, sino como vivir ahora y por más difícil que sea el camino que siempre va en subida en él siempre encontramos muchas piedras y también cosas bellas. Y por eso les decimos, que aun en las montañas más altas y escarpadas siempre hay un sendero que conduce a la cima. Por eso; jamás, jamás, jamás se rindan porque la vida es muy valiosa y vale la pena vivirla. ¡Adelante!”